10 lugares con encanto que no salen en las guías de Lanzarote
Observar la vida. Detenerse en los detalles. Elegir rumbos alternativos. ¿A que apetece? Hoy te presentamos una ruta que no encontrarás en las reseñas turísticas de Lanzarote y que debes probar sí o sí.
Si padeces esa sed viajera que consiste en querer vivir una experiencia plenamente local, estás en el sitio correcto.
El Parque Simón Bolivar
Pasear bajo los flamboyanos que custodian el parque Simón Bolivar es uno de los placeres más dulces del Arrecife interior. Las flores rojas y la refrescante sombra de estos árboles dibujan un dosel para el caminante.
La escultura que homenajea al libertador latinoamericano fue inaugurada en 1982 y colocada en el corazón de este parque del barrio de La Vega. Bolivar tenía antepasados canarios, ligados a Garachico y a la isla de Lanzarote.
Un colegio, un instituto, una librería, un gimnasio y una buena cantidad de bares y panaderías con sus pulguitas ibéricas, sus sandwiches y sus donuts de batata convierten este espacio en un rincón lleno de vida doméstica, donde conviene parar a descansar y ver la vida del arrecifeño pasar.
Los bloques erráticos de Tao
Conocidas como Las Peñas de Tao, constituyen uno de los lugares de mayor interés geológico del Geoparque de Lanzarote.
Es difícil imaginarlo, pero la realidad es que estos grandes bloques de roca que destacan entre el malpaís como pequeñas montañas (algunos alcanzan los 30 metros de altura) son fragmentos procedentes de la destrucción de un lateral del volcán de La Corona.
Esas rocas descomunales llegaron a desplazarse varios kilómetros en aquella erupción que ocurrió hace 25.000 años. Mirarlas es como contemplar un fósil, un testimonio de la esencia insular.
El reloj de sol de Tinajo
Mucho antes que los smartwatch y los relojes de bolsillo, funcionaban en Lanzarote y en el mundo los relojes de las torres y los relojes de sol.
En lo alto de la Iglesia de San Roque, en Tinajo, está el segundo reloj de sol más antiguo de Canarias. Pequeñito, blanco y de madera de tea, fue construido por un marinero de La Vegueta en el siglo XIX y tiene una imperativa inscripción grabada en su parte posterior: “Sr. Cura: consérvese”.
Nos damos una vuelta por la plaza de San Roque y echamos a caminar por la avenida de Los Volcanes. Nos esperan dos kilómetros de paseo con tiendas de productos locales (fruta, queso, cerveza artesana, pescado). Compramos un bocadillo de pata (cerdo asado) y queso de cabra para disfrutarlo plácidamente frente al Mirador de Guiguan, contemplando las terrazas que dibujaron en la tierra los agricultores de Tinajo.
La luz dorada de Montaña Tesa
Al menos una vez en la vida hay que ver atardecer en un valle de La Geria.
Hoy tomamos carreteras secundarias y llegamos a Masdache pasando por Güime y Montaña Blanca.
En el cruce del camino, giraremos a la izquierda, dejando atrás Bodegas Vega de Yuco hasta llegar a un antiguo cortijo que aún conserva en pie sus cimientos y sus canalones para conducir el agua de su mareta.
Olivos, durazneros, higueras, parras, malvarrosas, aulagas, tuneras, hinojo, líquenes… La senda está salpicada de vida. Si nos paramos para silenciar nuestras crepitantes pisadas sobre el rofe, escucharemos el trino de la multitud de pájaros que habitan este espacio natural.
Paseo costero: de Puerto Naos a Las Caletas
Salimos de Marina Lanzarote y pasamos por la Escuela de Pesca, uno de los mejores centros náuticos de Europa. En activo desde 1942, el funcional edificio de hormigón es de los arquitectos Laorga y Zanón.
Al lado: la cervecería Nao, con premiadas elaboraciones artesanales, varios bares porteños frente al Monumento a los Mártires del Mar y la preciosa balandra María del Rosario, embarcación de cabotaje de principios del siglo XX.
El bar de la cofradía de pescadores de San Ginés marca el comienzo de pequeños bares donde disfrutar bandejas de pescado fresquísimo. Un mural diseñado por el artista local Santiago Alemán y pintado en una pared de una antigua factoría rinde homenaje al esencial papel que jugaron las mujeres en la historia de esta ciudad.
En este paseo lleno de salitre e historia veremos las salinas de Naos, el Museo de Arte Contemporáneo-Castillo de San José, las plantas nativas de Punta Chica, una casa llena de jolateros (embarcaciones auxiliares hechas con bidones reciclados) y, si seguimos el paseo de los Mármoles y la avenida de las Caletas, el buque Telamón, un maderero griego semihundido en estas aguas desde 1981.
En busca de la arquitectura tradicional
La Casa Ajei de San Bartolomé es una hermosa muestra de arquitectura rural del siglo XVIII, con influencias mediterráneas y americanas. Destaca su gran escalera de piedra que conecta con el sobrado (piso alto) y su balcón de tea.
A las afueras del pueblo, la casa palacio Mayor Guerra se construyó en 1770 en un alto que domina con la vista el Puerto de Arrecife. El blasón de la entrada es de mármol blanco. Nos quedamos ensimismados mirando la puerta principal, decorada con cuarterones, y el gran balcón redondo enmarcado en un arco de piedra labrada.
Frente a la ermita de San Juan, en Haría, vemos una casa restaurada con preciosos esgrafiados circulares llamados vesica piscis (vejiga de pez) o mandorlas, símbolos sagrados desde al menos la época de Pitágoras.
¿La conclusión de estos paseos? Que hace falta toda una vida para descubrir los tesoros que guarda Lanzarote a la vuelta de cada esquina.
A veces conviene pasear sin rumbo, preguntar a la vecindad y dejarse sorprender.