8 singularidades de Lanzarote
Ocho islas, cinco islotes, ocho roques y el mar, con su casi infinita paleta de colores, dependientes de la luz solar y de la profundidad del agua.
Bienvenidos al archipiélago canario, el que fuera el extremo occidental del mundo conocido hasta el descubrimiento de América en el siglo XV.
Son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan, pero las diferencias entre islas son tan hermosas como indiscutibles. ¡Pasen y vean!
1) Érase una vez, hace 15 millones de años…
Hace 40 millones de años, comenzó una erupción submarina que construyó los cimientos geológicos de las Islas Canarias.
La primera porción de Lanzarote emergió hace 15 millones de años, creando los fundamentos de los viejos Ajaches y parte del futuro Risco de Famara. Mucho después se construyó La Graciosa y el Archipiélago Chinijo. Hace ‘sólo’ 20.000 años, el volcán de La Corona erupcionó y formó el malpaís de la costa noreste.
Únicamente la vecina Fuerteventura, a la que contemplan más de 20 millones de años, nos gana en antigüedad. Con ella compartimos muchísimas cosas, una de ellas está bajo el agua y es la plataforma continental que un día nos unió.
2) Volcanes y volcanes: somos fuego
Los procesos eruptivos en Lanzarote han sido pocos pero han tenido tal magnitud que metamorfosearon la isla para siempre. La historia escrita atestigua que Lanzarote ha vivido 2.141 días de erupciones, eso supone más del 78% del total de días de vulcanismo activo en todo el archipiélago.
Las erupciones no sólo duraron más tiempo que en cualquier otra isla, también causaron el mayor impacto en el relieve y el paisaje de toda Canarias: las de Lanzarote suponen más del 73% del área afectada por las erupciones históricas de Canarias.
3) Los costeros y nuestra relación con el continente vecino
Apenas 100 kilómetros nos separan de la costa africana. Allí, en las aguas atlánticas de la costa africana noroccidental, pescaron los fenicios cuando se establecieron en Cádiz y empezaron a pescar los canarios a finales del siglo XVIII, saliendo desde el Puerto de Arrecife.
¿Por qué en la costa del Sáhara y no en cualquier otro punto del mar? Porque cuando la corriente fría de Canarias se topa con el talud de la plataforma continental africana, afloran las aguas profundas, cargadas de nutrientes. Los vientos alisios ayudaban a que se produzca este fenómeno y a que los bancos pesqueros fueran más abundantes.
Los pescadores de Arrecife que faenaban en el banco canario-sahariano construyeron sus viviendas en el barrio del Lomo, en el Charco de San Ginés, junto a Puerto Naos, base de la flota pesquera de Lanzarote. La gente los conocía -a ellos y a otros que procedían de Gran Canaria y otras islas- como costeros o roncotes porque su durísimo trabajo en el mar, al pairo de ciclones y galernas, moldeó en ellos una personalidad peculiar, no exenta de un humor terriblemente estimulante.
4) Los únicos buches de pescado del mundo
Se aprecia desde el avión y desde casi cualquier punto de la isla: Lanzarote está hecha de fuego y mar por sus cuatro costados. Hay una tradición, una reliquia folclórica que lo atestigua particularmente: la parranda marinera de Los Buches, la única que utiliza los estómagos de los pescados convenientemente secados e inflados.
En Carnaval, algunos marineros del Puerto de Arrecife se vestían con ropa campesina antigua y recorrían la capital cubiertos con caretas de malla metálica, enarbolando enormes vejigas de pescado hinchadas. Las usaban para golpear a todo aquel que se cruzase en su camino y para competir entre los de su gremio: el que llevase el buche más voluminoso sería sin duda el que había capturado la pieza más hermosa ¡el mejor pescador!.
La tradición, que todavía se conserva, se completaba con comida gratis en la puerta de cada casa, que permanecía abierta, sirviendo sus raciones de sancocho o de tortillas de Carnaval, elaboradas con huevos, leche, agua, matalauva, harina y azúcar, servidas con miel negra por encima y acompañadas con queso fresco.
5) Del cangrejo ciego al lagarto de Haría
En esta pequeña superficie (apenas 80 kilómetros de punta a punta de la isla) encontramos 100 especies únicas en el mundo. Son endemismos, propios y exclusivos de Lanzarote. Algunos como el cangrejo ciego se han hecho internacionalmente conocidos por ser el icono de uno de los espacios más fascinantes del mundo: Jameos del Agua.
El Munidopsis polymorpha es pariente de los animales que habitaban los fondos abisales marinos y un buen ejemplo de que los seres vivos se adaptan a los ambientes buscando la solución más sencilla, el camino más corto: este cangrejillo se volvió ciego y albino para ahorrar energía en un medio oscuro donde la visión era resulta completamente inútil. Es una de las especies que con más ahínco estudian los biólogos evolutivos en Lanzarote.
El lagarto de Haría (Gallota atlántica) es un reptil que puede llegar a medir 28 centímetros, buena parte de ellos corresponden a su larga cola. A cada lado de su cuerpo dos preciosas manchas azules le caracterizan.
Si nos sumergimos en el poco explorado universo invertebrado marino, el asombro puede alcanzar cotas insospechadas: en noviembre del año pasado, una expedición científica realizada en las cuevas sumergidas y los charcos marinos de Lanzarote confirmó el hallazgo de 85 nuevos microorganismos para la ciencia y casi 250 especies desconocidas hasta el momento en Canarias.
6) Chaplón, rosca, maresía… Hablemos con propiedad
Canarias es una encrucijada continental y ha absorbido influencias africanas, americanas y europeas. Se nota en su lengua y en los particulares canarismos que alegran cada isla.
El vecino de Gran Canaria que escuche la palabra “chaplón” (escalón ante la puerta de la calle) probablemente no sabrá a qué se refiere, porque sólo se usa en Lanzarote, Fuerteventura y Tenerife.
Podrás comer palomitas de maíz cuando abran las salas de cine de todas las islas, pero es bonito saber que los canarios de las islas orientales las llamamos roscas y los vecinos de las islas occidentales (Tenerife, La Gomera, La Palma, El Hierro) las denominan cotufas. En cualquier caso todas están hechas con millo, un portuguesismo que usamos para referirnos al maíz.
Otra palabra bellísima que procede del portugués es maresía: la usamos para referirnos a la sensación de humedad marina y fragancia a algas que se extiende en la costa con la marea baja. Gran parte de la población europea que se estableció en Canarias en el siglo XVI procedía de Portugal.
7) Tierra de islotes y roques
En 2002 unos infantes de la Marina Real de Marruecos llegaron al islote deshabitado de Perejil y se organizó un extravagante conflicto militar con España. En 2013 el problema jurídico fue con Portugal por la explotación de las islas Selvagens, unos diminutos peñones a menos de 400 kilómetros de las costas lusas.
Las islas son codiciadas superficies de tierra, para los naturalistas, los comerciantes y los estrategas militares. Dos de los tres islotes que existen en Canarias están en Lanzarote: las deshabitadas Montaña Clara y Alegranza (el tercero es Lobos, es majorero y se ve desde el sur de Lanzarote).
A los roques de Salmor y Bonanza (El Hierro), Fasnia, Garachico y Anaga (Tenerife), Gando y Farallón de la Sardina (Gran Canaria), se le suman el Roque del Este y el Roque del Oeste (popularmente conocido como Roquete) pertenecientes al Archipiélago Chinijo, deshabitados y sólo transitados por científicos con permiso institucional para adentrarse en estos diminutos espacios salvajes.
8) La Graciosa, octava isla canaria
Desde 2018, La Graciosa, al norte de Lanzarote, es considerada la octava isla canaria. Depende del municipio de Teguise, pero tiene un presupuesto propio y sin duda una singularidad propia.
Junto con la isla alicantina de Tabarca ha sido la única isla del territorio español libre de coronavirus.
En junio de 1799, el naturalista Alexander von Humboldt piso La Graciosa por primera vez. “Habiéndose detenido el viento, las corrientes nos llevaron muy cerca de un escollo en el que el mar rompía con fuerza y que los antiguos mapas designan con el nombre de Infierno”, dejó escrito.
Lanzarote fue la primera isla en ser colonizada por los europeos en el siglo XV. La obra del lanzaroteño y universal César Manrique se aprecia a cada paso, no sólo en los Centros de Arte Cultura y Turismo de la isla, también en la estética de paredes blancas y rofe negro que colorea la mayor parte de la arquitectura local. Chatas, áridas, volcánicas… Lanzarote y La Graciosa son únicas. Tan distintas… y tan iguales del resto de Canarias.