Caminata por el Volcán del Cuervo por Salvatore Lampreu
El paisaje volcánico de Lanzarote
Bajo un cielo azul atravesado por nubes rápidas que proyectan sombras extrañas en el suelo, Lanzarote se ofrece como una isla de luces y contrastes inesperados que quedan grabados en los ojos y en la mente.
Lanzarote tiene un alma negra y profunda, como las bocas de sus volcanes, pero también puede ser viva y brillante, con pueblos, iglesias, flores moradas y púrpura, cáctus y palmeras… que, de tanto en tanto, nos vamos encontrando por la calle.
Las salidas a explorar volcanes, se encuentran entre las experiencias imprescindibles para apreciar completamente la isla, sus características geológicas y geomorfológicas únicas, y entrar en contacto con una energía intensa.
Hoy quiero hablarles sobre una excursión que es fácil de hacer, incluso por su cuenta sin necesidad de equipo especializado. Se trata del sendero del Volcán del Cuervo.
El Volcán del Cuervo
Cuando la primera erupción volcánica tuvo lugar en la mañana del 1 de septiembre de 1730, como preámbulo de una serie de acontecimientos que cambiaron el paisaje de Lanzarote durante unos años, dándole una apariencia casi lunar, el primer volcán en formarse fue la Caldera del Cuervo o Volcán del Cuervo.
La Caldera del Cuervo, por lo tanto, no es sólo un ejemplo clásico de un cráter simple, de aquellos que afortunadamente pueden estallar una sola vez, sino que también es un símbolo de la transformación de Lanzarote que no puedes perderte.
Localizado en un entorno único, un tanto apocalíptico, el volcán tiene un perfil inconfundible y se enfrenta, por un lado, a la Montaña Negra y la Montaña Colorada y, por el otro, al Parque Nacional de Timanfaya.
Viniendo desde Yaiza y Uga, encontrarás el Volcán del Cuervo tras dejar atrás los viñedos de La Geria. Justo en frente del volcán, hay una zona de aparcamiento gratuito donde puedes dejar el coche, desde ahí comienza el camino. El sendero, de casi 5km de largo, es muy simple y puede ser disfrutado por cualquier persona, incluso niños. Lo único importante es seguir el camino y no aventurarse por donde no está permitido.
De camino a la caldera
En el camino hay varios paneles explicativos que cuentan muy bien la historia y las características del lugar, la conformación del paisaje y su contextualización con respecto a las emergencias circundantes.
Es increíble la emoción de poder estar a los pies de un volcán de esta envergadura y admirar su magnificencia rodeada por un mar negro de lava sedimentada que, al observarla cuidadosamente, parece repetir el movimiento de las olas.
Los colores son impresionantes y cambian constantemente, también en función del paso de las nubes. El viento azota, pero suaviza el calor, y las plantas bajas que germinan trepando en la ladera de la montaña de lapilli me sorprenden, una señal de una resistencia que sólo la naturaleza puede enseñarnos.
Antes de terminar el circuito alrededor de la caldera, un camino conduce al interior del cráter, justo al centro donde comenzó todo, el alfa y omega de un evento cataclísmico que altera el orden de las cosas para crear algo totalmente nuevo.
Dentro de esa cuenca me sentí inmensamente pequeño y sin embargo tan afortunado de haber visitado un lugar único, salvaje y que lo abarca todo.