El novelista francés Marcel Proust dijo una vez que un verdadero viaje no consiste en buscar nuevos paisajes “sino en mirar con nuevos ojos” los que nos rodean. ¿Te apuntas?
Tenemos por delante unos merecidos días de descanso y vamos a aprovecharlos.
Puede que gran parte de las 155.000 personas que residen en Lanzarote estén de acuerdo con esto: nos hace falta muy poco para tener la sensación de estar de vacaciones.
¿Es posible cumplir estrictamente las normas sanitarias para controlar la Covid y disfrutar al mismo tiempo? Sí, se puede. Aquí van siete sugerencias para que te conviertas en explorador de tu propia isla durante la Semana Santa.
Pícnic en Famara y paseo por uno de los pueblos más bonitos de España
Los años no menguan la impresión de la primera curva de la LZ-402: pum, el Risco de Famara y La Graciosa. Un encuadre de película. No te despistes que vas conduciendo. Esta excursión es de receta médica. Posología: extender la toalla, colocar la nevera bajo una sombra y tomarse un vino D.O. Lanzarote, un fisco de queso de cabra y un par de tomates de la tierra aliñados con sal marina local y aceite de oliva.
Luego, paseo bajo el acantilado, digestión y baño prudente. Antes o después: ensoñación por las calles adoquinadas de la Villa de Teguise, observando edificios de otros siglos y callejones recoletos.
Cima en el Volcán de la Corona y visita al jameo de la Cazuela
Asomarse al cráter del volcán de La Corona significa comprender la construcción del malpaís del noreste de la isla. El ascenso transcurre entre parras, tuneras y una gran cantidad de biodiversidad. En primavera los pájaros se suman a la fiesta con su canto. La alternativa costera: bañarse en las piscinas naturales de Punta Mujeres.
Sea como sea, hay que disfrutar del arte público de César Manrique: parada obligatoria en el Mirador del Río. Antes de visitar esta delicia incrustada en la roca, sienta muy bien leer el libro de Francisco Galante. Otro imprescindible: ver las cascadas del Jameo de la Cazuela, un nuevo tour que nos permitirá ver la zona interior del auditorio con enyesque incluido.
Prismáticos en la bahía de Arrecife y cocina canaria km. 0
Aparcamos el coche en la explanada del Recinto Ferial y alquilamos una bicicleta o un patinete eléctrico para movernos sin malos humos por los cuatro kilómetros de bahía de la capital. Hoy vamos a ver una exposición en el centro insular de cultura El Almacén y, si nos cuadra, también una regata a radio control: barquillas de vela intentando llegar a una boya más rápido y con más elegancia que las demás.
Ya en el islote del Castillo de San Gabriel, observamos una garza real acicalándose y unos chorlitejos patinegros dando saltando en la bajamar. En el Charco de San Ginés, unos vuelvepiedras hacen honor a su nombre. La marina está llena de vida y lo celebramos disfrutando de la variada oferta gastronómica que nos brinda este entrañable rincón de Arrecife.
Vermú, parras y jable en estado puro
Trotar por la avenida de Playa Honda y darnos un chapuzón es una de las mejores formas de empezar el día. Desayuno en terraza y camino al Monumento del Campesino. ¿Hace cuánto que no vemos un tofio tradicional de barro? Hoy nos desquitamos visitando los ateliers de los artesanos y sus manufacturas: todas diferentes entre sí, hechas con productos naturales y técnicas heredadas. Hay mucho conocimiento que digerir y lo hacemos devorando un sancocho tradicional de cherne.
El sol cae y nos ponemos a caminar. Tenemos dos opciones: los senderos de La Geria, para ver cómo asoman los primeros brotes de las parras o los senderos del Jable, un mar formado por organismos marinos triturados por el paso del tiempo.
Tenésara, Pico Partido… ¡y al Diablo!
De estas vacaciones no pasa: vamos a recorrer la ruta del litoral de Timanfaya, nueve impactantes kilómetros que bordean el Parque Nacional, una oportunidad única de ver una geología excepcional, acantilados ‘quitaalientos’ y aves marinas.
¿Mejor un pateo menos exigente? Vamos a Tenésara a envolvernos en maresía o a maravillarnos con los hornitos, charcones de lava y tubos volcánicos del sendero de Pico Partido. Sea como sea, vamos a ver, por primera vez y con guía, el refugio de Tinecheide y Montaña Rajada, gracias a una insólita experiencia que ofrece Montañas de Fuego. Terminamos comiendo una brocheta de cochino y pollo asada en un horno manriqueño con el calor que brota del subsuelo.
Margullo en Playa Chica, compras y fiesta gustativa
Gafas, tubo y cangrejeras. Todo listo para margullar en Playa Chica y embelesarnos con el azul eléctrico de las fulas que nadan a pocos metros de la orilla. Mejor ir temprano, así luego podremos hacer unas compras por la avenida.
También aquí vamos a tirar de bici y vehículo eléctrico para movernos por Puerto del Carmen, desde la hora del café hasta el atardecer. Luego daremos una vuelta por el pueblo de Tías, con parada en su Ermita, reconvertida en sala expositiva. Regresaremos a la costa para cenar en algunos de los restaurantes que convierten esta zona en una fiesta para las papilas gustativas. ¿Cocina canaria tradicional, quizás más contemporánea, italiana, hindú, asiática, americana…? Esto es un maravilloso Babel culinario.
Papagayo y atardecer de película en Los Hervideros
Pedro Almodóvar y Ron Howard rodaron aquí Los abrazos rotos y una versión del clásico Moby Dick, In the heart of the sea. Así es esta costa: de cine. Es lo que pensamos tendidos bajo el sol en una de las calas de Papagayo, mirando hacia la Bocaina.
Hemos llegado hasta aquí después de caminar por los Ajaches, uno de los relieves más antiguos de la isla, así que nos vamos a comer el mar en alguna de las terrazas que los restaurantes de Puerto Calero ofrecen a sus clientes. Nos levantaremos con el tiempo justo para ver cómo se zambulle el sol, tornasolando las ciclópeas columnas de basalto de Los Hervideros, un acantilado hecho de fuego y Atlántico.
NO es una frase hecha: qué suerte vivir aquí.