El Jable, el tesoro secreto de Lanzarote
Un manto de arena orgánica se abre paso en el extenso valle entre el Risco de Famara y los pueblos de Soo y Muñique, creando un insólito paisaje con vida propia.
El Jable es un ecosistema de restos marinos de cuatro kilómetros de ancho, que acoge flora y fauna endémica y cultivos únicos en el mundo. Descubre otro de nuestros tesoros naturales desde el senderismo, la gastronomía o la etnografía.
El Jable a vista de pájaro
Una ruta por la línea de volcanes de Soo, en el Parque Natural del Archipiélago Chinijo, es la mejor forma de apreciar la sobrecogedora belleza de El Jable. Antes de nada, para a tomar un reconfortante desayuno en el teleclub del pueblo. En Soo todavía es posible encontrar espontáneos ejemplos de flora endémica como el cebollín estrellado de jable (Androcymbium psammophilum) o la barrilla (Mesembryanthemum crystallinum), de donde se obtienen jabones y tintes.
La experiencia se enriquece si te acompaña un guía local en la subida a Pico Colorado. Las vistas permiten apreciar la Caldera Trasera y, serpenteando las laderas, los aljibes, símbolo de la cultura del agua y la arquitectura tradicional de Lanzarote.
Desde la cara Oeste de la Montaña de Soo se divisa la vereda hacia la cima y una panorámica de El Jable y el océano. Déjate mecer por los alisios igual que hacen estos vientos con el jable hacia La Tiñosa. La bajada de la montaña no es menos espectacular y, en la Peña Juan de Hierro, te espera otro hallazgo, unos grabados rupestres con escritura líbico-bereber.
Batata, la joya de la corona
A estas alturas, seguramente sabrás por qué la recia tierra de Lanzarote, domesticada por la mano del hombre, ofrece una producción agrícola de tanta calidad. No es casualidad.
En la Isla llevamos siglos haciendo realidad el desarrollo sostenible, y esto se aprecia especialmente en las tierras de cultivo. En condiciones heroicas, el agricultor saca el fruto líquido de La Geria y, en El Jable, la exquisitez de secano: la batata.
Este producto de la familia del boniato es tan sublime que se ha convertido en un símbolo de la cocina tradicional canaria, así que para nosotros es impensable un sancocho sin batata o una navidad sin truchas (empanadillas dulces). Si eres gourmet, estás de suerte porque la batata ha trascendido a la nueva cocina. Vale la pena probar los chips de batata o el postre de batata yema que propone el chef Luis León.
Y, ¿por qué hablamos de un producto único? Porque solo admite una forma de cultivo tradicional, en la arena organógena que es el jable, que conserva de forma natural la humedad de la poca lluvia que cae en Lanzarote.
La maravillosa cosecha de El Jable no acaba aquí. Pide en alguno de los restaurantes de cocina canaria platos a base de calabaza, papas crías (las trufas del desierto), cebolla, incluso sandía o melón y comprende por qué El Jable es uno de los tesoros mejor guardados de la Isla.
Aves endémicas
Bisbita, hubara y alcaraván son los tres enseñoreados vecinos alados de la Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) que es El Jable. Si eres aficionado a la ornitología, mete en la maleta los binoculares porque en este ecosistema estepario semidesértico podrás observar estas especies, las dos primeras endémicas.
La hubara lleva el nombre común, pero lo cierto es que no se trata de una avutarda, sino de la especie Chlamydotis undulata. Debes estar muy atento a su observación puesto que, a pesar de su gran tamaño, la hubara canaria sortea el territorio a campo abierto y sus escasas apariciones son un visto y no visto.
El bisbita caminero (Anthus berthelotii) pariente del campestre, es, sin embargo, un familiar tan lejano como le permiten los dos millones y medio de años de evolución en solitario.
Foto: ernestogcu.blogspot.com
Una visita a los batateros
Y, en medio de la Isla, se erige orgulloso San Bartolomé, un pueblo acogedor, que encarna la filosofía de vida tranquila del interior de Lanzarote. A sus habitantes se les conoce cariñosamente como batateros, guardianes de los cultivos de jable. Una inmersión en esta capital de El Jable no puede obviar la visita al Museo etnográfico Tanit, para empaparse de la cultura ancestral que sigue viva en la Isla.
Si te gusta conocer un poco más de los lugares que visitas, los testimonios históricos en San Bartolomé son casi inagotables: el molino de gofio de don José María Gil, la Casa Ajei o la Casa Mayor Guerra, la casa del gobernador cuando Lanzarote era isla de señorío. Una última propuesta: antes de abandonar el pueblo, tómate un enyesque (tentempié) bajo el flamboyán de la terraza de la plaza de la Iglesia, y aprovecha para echar un vistazo a la cartelera del teatro municipal. Los batateros aman el escenario.
Souvenirs ecológicos
Después de tantas emociones, querrás llevarte un trocito de El Jable en la mochila. Cuesta abandonar al amor que se acaba de conocer. La buena noticia es que los agricultores llevan sus productos ecológicos a los mercadillos de la Isla.
En Lanzarote, reservamos los domingos para la cita de Teguise, con el mercadillo más importante de Canarias. También Tinajo celebra un mercado agrícola en Mancha Blanca, frente a la ermita de Los Dolores. Los sábados, el mercado artesanal de Haría es una buena excusa para conocer este precioso pueblo donde pasó sus últimos años César Manrique.
En Arrecife, la Iglesia de San Ginés sirve de marco al mercado agrícola de los sábados por la mañana, donde nos gusta confraternizar con la vecindad en alguna de las terracitas y tabernas de la zona marinera. Como no puede ser de otra forma, San Bartolomé también celebra un mercado de productos artesanales el primer domingo de mes.
Advertencia: querrás llevarte vino, mermeladas, sal marina, cebollas, lentejas de Lanzarote, aloe vera… Mejor regresa ligero de equipaje y vuelve pronto a la Isla. Aquí te esperamos.