La Banda Sonora Original de Lanzarote: sonidos y colores de una naturaleza fascinante
El mar acariciando las orillas. Los pájaros reinando en los islotes. Las palmeras jugando con el viento. Los morales hinchando sus frutos. Los insectos tejiendo sus arquitecturas nocturnas. Así palpita la naturaleza de una isla confinada.
Se nos agolpan las ganas de abrazos y de humanidad.
Hoy hemos soñado con un brindis multitudinario al atardecer. Bebíamos un vino blanco fresco. Uno criado en los hoyos artesanos de La Geria, uno de esos caldos que conservan la memoria (y los aromas y los minerales) de esta tierra hecha de fuego y ciencia campesina.
Mientras llega el deseado escenario de salud pública garantizada para la población y para todos los viajeros que están deseando visitarnos, nos hemos dedicado a la contemplación de la naturaleza que nos rodea.
Spoiler: flora y fauna permanecen ajenas a la pandemia.
Agua
Ni siquiera Adobe sería capaz de nombrar todas las gamas de azul, verde y gris que conforman la magia del Atlántico en nuestra latitud.
¿Recuerdan el agua translúcida de Caletón Blanco? ¿Y la bienvenida turquesa que te dan las escaleras de Arrieta o las recoletas piscinas naturales de Punta Mujeres? Ahí siguen, moviéndose al pairo de la corriente, vacías de gente, pero llenas de vida y del canto marinero de las gaviotas patiamarillas, que se acicalan tranquilas posadas sobre las rocas.
Al norte, la inmensidad de la playa de Famara es ahora infinitesimal. Seis kilómetros de arena salpicada de vida: algas, esponjas, burgaos… Aquí el silencio es imposible pero la paz está asegurada. La espuma crepita, rompiéndose en burbujas iridiscentes . En la marea, además de esos microplásticos que estamos combatiendo con limpiezas populares, yacen los restos de algas y esponjas. El bramido de las corrientes septentrionales no da tregua.
Qué extraño resulta ver la Playa Chica o la Playa del Ancla vacías, sin niños gritando como locos “¡he visto un pepino de mar, papá, un pepino de mar!” . Las fulas negras con su característico azul eléctrico en las aletas seguirán nadando cerca de las rocas, igual que la vieja colorada.
Puede que los más extrañados sean los cabosos y los cangrejos de los charcos. O las toninas que ahora se acercan hasta los mismísimos muelles deportivos.
Tierra
Hace unos días, una tormenta lanzó sobre Lanzarote casi 40 litros de agua por metro cuadrado, primero en una tromba de agua estruendosa, luego en una fina cortina de lluvia que parecía de encargo cinematográfico.
Los barrancos recuperaron su cauce natural y la tierra sedienta bebió. Con el sol que hemos tenido los días posteriores, la primavera habrá eclosionado con verdes jurásicos y brotes deseosos de crecer.
Los balangos se mueven al ritmo de la brisa , en un baile nervioso de espinas delgadas. Queremos lanzarnos al campo en busca de los ejemplares que reseña la «Guía Visual de la Flora Vascular de Lanzarote«, una joya para los amantes de la botánica y para cualquier viajero que guste de recorrer senderos con la curiosidad de un explorador.
Entre las rocas de los barrancos habrá florecido la yerbanita (Aichrysontortuosom ) con sus característicos pétalos amarillos. La yerba puntera (Aeonium balsamiferum ) estará sacando sus ramilletes y en el risco de Famara el fragante tajosé (Thymus origanoides ) enseñará en estos momentos sus inflorescencias rosadas.
Higueras, cardonales y las 600 plantas del Jardín de Cactus se mantienen incólumes.
Aire
En el islote del Castillo de San Gabriel, una aguja colipinta lanza picotazos al agua con precisión quirúrgica. Los chorlitejos se acicalan y dan rápidos saltitos entre las piedras.
La fortuna consiste hoy en tener una ventana abierta al cielo o un balcón con vistas al mar. Porque las abubillas, con su crestas punk, siguen persiguiendo insectos , y los cuervos siguen paseando su azabache majestuoso y su pico incontestable por la geografía lanzaroteña, y los trinos de los herrerillos convierten el paisaje rural en un cuadro pastoril.
En el jable -nuestras arenas blanquísimas y fértil, hechas de restos marinos triturados- se está produciendo el cortejo de la avutarda hubara, uno de los espectáculos más hermosos del panorama ornitológico lanzaroteño.
Las gaviotas planean buscando la corriente de aire más propicia, entre cumulonimbos, nubes bajas y cielos despejados. Ahora pareciera que Venus brilla todavía más o que miramos con más cariño los cráteres de la Luna.
Los alisios transportan los aromas del ecosistema: la maresía de pueblos como El Golfo , el olor a mar confitada que deja la bajamar los días de sol, la humedad de las nubes en el pico de Las Nieves, los potajes de la gente que sigue cocinando…
Fuego
Timanfaya vive en un perpetuo estado de excepción las 24 horas del día los 365 días del año. Sus mares de cenizas inmóviles y protegidas no deben de notar gran diferencia entre este mes de abril y el del año pasado.
¿Cómo sonará hoy el interior del Volcán del Cuervo? Puede que escuchemos el rodar de una piedrita de rofe. En Caldera Blanca y Montaña Cavera, sólo el viento haciendo música contra las piedras y la vegetación endémica.
Entre las grietas del malpaís que fabricó la lava se abrirán pronto las flores de los verodes. ¿Qué textura tendrán los líquenes? ¿Habrán nacido ombligos de Venus en los chabocos?
Todo aquí está ligado al fuego. En diez años, estaremos conmemorando los tres siglos de historia de erupción de Timanfaya, un antes y un después en la vida y en la geografía de esta isla. Dicen de este lugar que no es una tierra muerta sino recién nacida.
Hoy tachamos otro día más en el calendario. Hoy estamos un poco más cerca de componer una sinfonía siguiendo la batuta de la naturaleza.