Las fiestas marineras del Carmen en La Graciosa: una celebración de la identidad
Las Fiestas del Carmen de la Octava Isla son, más que una tradición, una ventana abierta a la esencia de este pueblo único. Te invitamos a imbuirte de su espíritu festivo de la mano de Teresa Páez, que nos transmite con sus consejos y recuerdos, el alma de esta celebración llena de devoción, historia y vida en comunidad.
Autenticidad
Lo habitual en estas fechas en sentir felicidad participando en las Fiestas del Carmen como una graciosera más, como un isleño más. El pueblo entero se une para engalanar las casas, preparar la iglesia y celebrar lo que es todo el año una vida apacible. Si te decides a convertirte en habitante de este paraíso de los pies descalzos, has de saber que la esencia de la fiesta es marinera. Teresa Páez, vecina de la Octava Isla, recuerda que los pescadores de antaño “respetaban mucho el día del Carmen, los barcos se venían a puerto yse amarraban para gozarse las fiestas”.
Antiguamente, el factor religioso era el motor de las celebraciones. Teresa recuerda en concreto a un párroco, Don Germán, cuyo ímpetu “mantenía al pueblo unido” en las labores de organización: “Se pintabanlas casas para que estuvieran blanquitas y bonitas, se arreglaba el trono de la Virgen, se embanderaba elpueblo y los barcos pesqueros…”. En aquellas fiestas, las mujeres se ocupaban de confeccionar las banderas a mano, una labor artesanal tan cuidadosa, que lograba que los estandartes siguieran impecables durante años.

Procesiones por tierra y mar
En el día grande, el 16 de julio, las procesiones marítima y terrestre siguen siendo el acontecimiento por excelencia, aunque las costumbres hayan evolucionado. Antes, las emotivas poesías que recitaba Inocencia Páez a la Virgen en la puerta de la iglesia eran uno de los momentos “más bonitos e importantes” para el pueblo, cuenta Teresa. Durante las fiestas, se celebraban tres procesiones: la marítima, el día de la patrona; la terrestre, que recorría, al día siguiente, todo el pueblo; y la que se acompañaba con bengalas alrededorde la iglesia por la tarde noche, “que era muy especial”.
Hoy día, el fervor se muestra en la procesión marítima, con barcos y barquillas engalanadas que acompañan la imagen del Carmen sobre las olas. Presenciar esta singular ceremonia desde Caleta de Sebo o algún punto de la costa graciosera se convertirá en un precioso recuerdo de nuestra visita.

Sabores que cuentan historias
Lo sabemos: una inmersión cultural como la que te proponemos debe interpelar todos los sentidos. Empecemos por el gusto. Si buscas un motivo extra para vivir El Carmen en La Graciosa, tenemos una sugerencia irresistible, los platos festivos: puchero tradicional y carne de cochino, con ingredientes y sabores que cruzan generaciones: “Se comía carne de cochino, venía un señor, que era carnicero del pueblode Haría y mataba el cochino para vender la carne y hacer puchero. Hacíamos fila para comprarla en el lugar donde hoy está la cafetería El Saladero”, explica Teresa.
Este rito ha desaparecido, pero no el privilegio gastronómico que supone estar en La Graciosa. Pensemos en el producto único que aporta el Atlántico que rodea el Archipiélago Chinijo, cuyas aguas están declaradas reserva marina de interés pesquero desde 1995.
La Reserva Marina de Chinijo es la mayor de Europa y está habitada por colonias de aves marinas y frecuentada una decena de especies de cetáceos que cada año surcan sus aguas. Sus fondos de arena blanca albergan una importante diversidad de peces y más de 300 especies de algas.
La fiesta de la comunidad
Si hay algo que permanece intacto en El Carmen es el ambiente familiar de estas celebraciones donde todo el pueblo participa de una u otra forma. Teresa, que ya ha vivido unas cuantas, recuerda que en su juventud se hacían donativos a la iglesia para su engalanamiento, no solo con los elementos marinos que la caracterizan, sino con ramos de flores, un auténtico lujo en una isla de árida geografía.

“Había teatro y playbacks, y la gente del pueblo se divertía mucho con los juegos tradicionales, como lascarreras de sacos, la de la cuchara con un huevo en la boca o la de cargar cacharros de agua en la cabezapara ver quién llenaba primero un bidón”, cuenta nuestra vecina y anfitriona. Sin embargo, la carrera más singular era, y sigue siendo, la de carretillas. Y es que es frecuente ver a la población local empujando este vehículo de carga a través de las calles arenosas, sin zapatos y con una sombrera graciosera: una imagen icónica de nuestro pequeño paraíso.
Ya que nos hemos mimetizado con el estilo slow life de la Isla, quizá nos apetezca apuntarnos a alguno de estos campeonatos o, mejor aún, asistir a una luchada en las fiestas, es decir, una agarrada (combate) de lucha canaria, el deporte autóctono de origen prehispánico, en el que dos luchadores intentan que el oponente toque el suelo con cualquier parte de su cuerpo, excepto la planta de los pies, en una estrategia de agarre y derribo.
Encuentro con Lanzarote
Pero si hay una particularidad que sigue definiendo la celebración del Carmen en la Octava Isla es el encuentro fraterno entre nuestras comunidades de Lanzarote y La Graciosa. Hemos de pensar que las relaciones entre las dos poblaciones son muy estrechas, con lazos administrativos y comerciales, pero sobre todo afectivos, a lo largo de la historia.
Recordemos la odisea de las gracioseras atravesando el Risco de Famara para vender o cambiar el pescado por otros artículos, como puede ser, según narra Teresa Páez, el vestido a estrenar en las fiestas o para asistir “a alguna boda que se celebraba en el Carmen o a las comuniones en la primera misa”.
Las dos comunidades compartían también la verbena nocturna, que se combinaba con las actuaciones de los propios vecinos, en una zona vallada con hojas de palmera. Hoy en día, la juventud lanzaroteña sigue acudiendo, como hace décadas, a las fiestas del Carmen, acampando en las zonas habilitadas para ello.
Este encuentro cultural que se materializa en el hecho de compartir alegría, ocio, tradición y espiritualidad es uno de los mayores atractivos de lo que ha de ser la fiesta de un pueblo: una celebración de identidad.
¡Viva la Virgen del Carmen!