Romería de la Virgen de los Volcanes: una de las peregrinaciones más fervientes y populares de las Islas Canarias
Llegar a la ermita de Los Dolores, donde se homenajea a la Señora de los Volcanes, se convierte cada año en un rito de fiesta y convivencia en Lanzarote
“Qué amable es Lanzarote. No existe ninguna entre las siete islas por la que sienta más cariño”, escribió la viajera británica Olivia Stone, que llegó en 1884 a un territorio “despoblado e indigente”, a causa de la actividad volcánica. Dos siglos después, el paisaje conserva intacta la huella de las erupciones ocurridas, la primera, entre 1730 y 1736, siendo esta la de mayor duración de las que hay constancia en el planeta Tierra hasta la fecha, y la segunda, en 1824. Intacta permanece también la hospitalidad isleña que tanto impresionó a la exploradora.
Imagen: Andreas Weibel
Para quienes desean experimentar la sensación del viajero que se mimetiza con el lugar en el que recala, Lanzarote tiene un regalo este mes de septiembre: la celebración de la romería de Los Dolores, festividad de la patrona de la isla. Se trata de un rito anual, que en 2022 se celebrará el próximo 10 de septiembre, con el que los isleños agradecen a su patrona el milagro del fin de las erupciones de Timanfaya, de la misma manera que durante siglos lo hicieron sus antepasados.
Este 10 de septiembre, unámonos a uno de los grupos de peregrinos que parten desde la Casa- Museo del Campesino (San Bartolomé) hasta la ermita de Mancha Blanca (Tinajo) y compartamos con ellos historias, paisajes y enyesques (sabroso picoteo de productos de la tierra). Compartamos, sobre todo, este camino de recuerdos, que nos descubre el lugar donde los ríos de lava un día se detuvieron para reanudar el milagro de la vida.
Imagen: Andreas Weibel
Sombrera, enyesque y parranda
Caminantes y visitantes se unen a la romería desde todos los puntos de la isla y de otros lugares del archipiélago vistiendo respetuosamente el atuendo tradicional en una manifestación festiva y emblemática de la cultura canaria.
Integrémonos en uno de los grupos de romeros que parte de la Casa-Museo del Campesino (San Bartolomé) a primera hora de la mañana. No será difícil encajar porque el espíritu es parrandero y generoso y enseguida seremos un romero más, probaremos las papas, batatas y el gofio. Afinaremos las voces y cantaremos antes de emprender la marcha al pie de la escultura de la ‘Fecundidad’, obra de César Manrique que se levanta en 1969 como símbolo de la fecundidad de las tierras rurales de Lanzarote y homenajea al labrador, dejando patente el aprecio que el artista tenía por los agricultores.
Durante el camino, probemos un ‘buchito’ (trago) de vino de La Geria, que probablemente habrá producido alguno de nuestros nuevos amigos en su propia finca. La uva malvasía, diego o listán abrirán nuestros sentidos y emprenderemos el camino con la alegría del que se siente bien acogido.
Geografía volcánica y de jable
Al poco, haremos un alto en el pequeño pueblo de Mozaga, una localidad agrícola y vinatera de poco más de 300 vecinos que por dos veces en su historia ha cambiado de fisonomía y ubicación, durante las erupciones de Timanfaya de 1730 y, en el siglo XIX, por las constantes tormentas de jable.
La leyenda del Indiano
Pasaremos más adelante por el Peñón del Indiano, (Teguise). Se trata de una peña de unos siete metros de altura, entre las Montañas de Tamia y La Meseta que llama la atención por la llanura del terreno. Debe su nombre a la leyenda de Marcial, el lanzaroteño que hizo fortuna en Cuba y regresó a la Isla en 1896 con, supuestamente, el dinero burlado a una rica joven de la Perla de las Antillas con el que adquirió la magnífica propiedad. Imbuidos del ambiente, admirando el cortijo señorial que levantó el Indiano en su Peñón, puede que, finalmente, queramos pensar que la leyenda es cierta.
La Vegueta
Ha llegado el momento de hacer una parada. Estamos en el pueblo de La Vegueta, hemos entrado en el término municipal de Tinajo. Ante nosotros, regio y altivo, el volcán se alza en cada rincón. Los romeros sacarán los timples, la bota de vino y algo para picar.
En los zurrones hay queso, truchas (empanadillas dulces) o berrendos (gofio de trigo amasado con trocitos de queso). Durante el descanso, nuestros compañeros del camino nos contarán la odisea que supuso para el campesino dominar la naturaleza volcánica. Nos quedaríamos un poco más disfrutando de este entorno y de la animada charla, pero hay que seguir. Reemprendemos la marcha pasando por los grandes campos de arenados artificiales, sembrados de viña, cebolla, papa, además de diversas verduras y hortalizas.
Ermita de Mancha Blanca
Antes de darnos cuenta, hemos llegado a Mancha Blanca, que hace honor a su nombre, un trozo blanco de tierra rodeado de negro desolado, donde la lava paró, donde se produjo el milagro. Se oyen las parrandas, el bullicio del gentío, el trasiego de los carros con las ofrendas a la Virgen.
Visitamos los puestos de la Feria insular de artesanía, un delicioso mercado donde conocer más sobre la historia de Lanzarote. Nos enamoramos de una sombrera hecha de palmito, un pañuelo teñido con cochinilla, un mantelito de roseta (encaje) o un jarrón de barro.
Sonreímos a los amigos lanzaroteños con quienes hicimos el camino y aprendemos a cantar con ellos: Campesina, campesina, no te quites la sombrera porque el sol de Lanzarote pone tu cara morena.