San Bartolomé, la tierra modelada por los agricultores
El corazón de la Isla nos regala la negra hermosura de La Geria, cultivos cubiertos de microscópicos pedazos de conchas, múltiples bodegas donde catar vinos de sabor único y la bulliciosa vida de Playa Honda.
Es otoño en Lanzarote, pero el sol sigue bañando la Isla y se niega a abandonarnos. Nos entregamos con alegría a este verano en pleno mes de noviembre y nos colamos en el centro de la Isla para disfrutar de San Bartolomé, un municipio en el que se respira el férreo espíritu de las mujeres y los hombres lanzaroteños que trabajan con terquedad la tierra.
San Bartolomé nos huele a melón, a sandía, a cebolla, a batata. Unos cultivos cubiertos por jable, una arena formada por minúsculos trocitos de conchas marinas que los vientos alisios nos traen desde la Playa de Famara.
¿Qué es esa escultura inmaculada que rasga el cielo? Nos acercamos con curiosidad a todo un símbolo de la Isla, el Monumento al Campesino, con el que el universal artista César Manrique quiso homenajear el valor y la tenacidad de quienes supieron aprovechar la fertilidad de una agradecida tierra sobre la que casi nunca llueve.
Llamado también Monumento a la Fecundidad, es un espacio perfecto para inmortalizar nuestra estancia en Lanzarote, colgar la fotografía en redes y dar un poco de envidia a nuestros amigos.
Para poder contarles también lo bien que se come en la Isla, nos adentramos en la Casa-Museo del Campesino, listos para realizar un agradable recorrido por la arquitectura, agricultura, artesanía y gastronomía tradicional de Lanzarote.
Se trata de un antiguo caserío restaurado y ampliado por Manrique con la complicidad de su mano derecha, Jesús Soto, en cuya cantina nos sentamos mientras nos acaricia el Sol y aguardamos a que nos traigan un rico queso blanco y unas aceitunas regados con un gustoso vino semi seco.
Es curioso el sabor de este vino blanco que surge de la negra tierra. Introducirse en La Geria es entrar en un paisaje de otro mundo, de otro planeta. San Bartolomé acoge parte de las 5.000 hectáreas del Espacio Natural Protegido de La Geria, ese paisaje que siempre hechiza, aunque se haya visto ya mil veces.
En ese oscuro picón volcánico los campesinos excavaron hoyos hasta encontrar tierra fértil, plantaron en ellos cepas de parra y los rodearon por un pequeño muro de piedra para protegerlos del viento.
Con esta inteligente técnica encaminada a la supervivencia crearon no sólo un paisaje abrumadoramente hermoso, sino también la cuna de los conocidos y singulares vinos de Malvasía Volcánica, que tantos premios han recibido.
¿Por qué no nos dejamos encandilar por estos famosos caldos? Son muchas las bodegas en las que podremos realizar catas, una práctica enoturística que se convierte en una divertida manera de saborear los vinos surgidos de uvas tan diversas como la Moscatel, Listán, Diego o Negramoll,a la vez que conocemos los entresijos de su cuidada elaboración.
Si con el gusto en el paladar del rojo, blanco o rosado líquido no nos quedamos satisfechos y queremos descubrir más, podremos acudir al Consejo Regulador de la Denominación de Origen Vinos de Lanzarote, que también tiene su sede en este municipio.
San Bartolomé no sólo tiene alma agraria, sino que también nos regala una ventana abierta al pasado. El Museo Etnográfico Tanit, ubicado en una de las primeras bodegas de la isla, es una particular máquina del tiempo que nos traslada cientos de años atrás, descubriéndonos los utensilios de trabajo, las vestimentas y las costumbres de los antepasados lanzaroteños.
Avanzamos luego hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX gracias a la Casa Mayor Guerra, declarada Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Canarias. Un señorial inmueble que mandó a construir el gobernador militar de Lanzarote Francisco Tomás Guerra en las laderas de los morros del Cascajo, un lugar estratégico para poder divisar desde su señorial balcón el cada vez más relevante puerto de Arrecife.
Alrededor del inmueble podemos disfrutar de un tentempié o estirar las piernas en la agradable zona de ocio y deporte al aire libre que la rodea. Precisamente, desde esta casa parten dos de los siete senderos que ofrece San Bartolomé: El Jable (San Bartolomé-Zonzamas), Juan Bello (La Florida-Cueva de los Naturalistas), Maretas de Guatisea, Montaña Blanca, El Cabezo (Montaña Blanca-El Grifo-La Florida) y Chimidas (San Bartolomé-La Florida).
Unos pateos de diferentes niveles de dificultad que son una delicia para los amantes de la naturaleza y del ejercicio sin ataduras y que se pueden combinar además con la diversión de la cercana pista de karting, que hará las delicias de los amantes de la velocidad.
¿Cansados de la caminata? ¡Pues a recargar pilas en Playa Honda! Un lugar ideal para comer con el océano mirándonos de frente y la brisa acariciando nuestros rostros. Esta localidad residencial donde se entremezclan variadas culturas ofrece una amplia avenida por la que pasear, desde la que se puede acceder a las diferentes playas que se suceden y que ofrece una diversa oferta gastronómica.
Con el estómago alegre, nos damos un chapuzón en el refrescante Atlántico mientras los aviones que despegan y aterrizan en el aeropuerto de Lanzarote-César Manrique nos sobrevuelan.
El agua nos acaricia mientras miramos ensimismados sus estelas en el limpio azul del cielo lanzaroteño. Pero, ¿quién quiere marcharse de este paraíso?