Vacaciones gastronómicas de Semana Santa: teleclubs y cocina isleña
Bienvenidas y bienvenidos a Lanzarote, a un territorio extraordinario, ligado a una cultura ancestral y creador de alimentos sostenibles y únicos. Si están pensando en una escapada gastronómica de Semana Santa, estos son los tesoros de la tierra, el mar y el paisaje de la Isla Diferente
De la orilla del mar a la mesa
Nada hay tan vigoroso como el Atlántico que rodea Lanzarote y La Graciosa y los frutos que nos ofrece en cada temporada: mariscos locales, como las clacas (nuestros percebes), las lapas o los burgaos (bígaros); especies canarias recién pescadas, como la vieja -un manjar que se toma a la espalda-, el antoñito, la sama roquera, las cabrillas o el exquisito cherne. No se pierdan la gamba de La Santa, un bocado para gourmets que solo podrán probar en la Isla.
Por supuesto, sobra decirlo, estas especies autóctonas se disfrutan el doble recién capturadas y en la propia orilla del mar del que proceden. Hágannos caso y pidan una surtida bandeja de pescado y marisco en alguno de los restaurantes marineros del pueblo de Las Caletas (Teguise) o en los que se encuentran sobre un rompeolas en el pueblo de Arrieta (Haría) o los de El Golfo (Yaiza), que, incluso, instalan sus mesas sobre la arena volcánica de la playa. Sí, uno de los mayores placeres de Lanzarote es comer descalzo ante la inmensidad del horizonte marino.
Costumbrismo y vida marinera
Pensarán que en los pocos días de una escapada habrá menos oportunidad de “probarlo todo”, y más en un lugar con tanta riqueza culinaria. Pues nos alegra decirles que en Lanzarote es posible tener una experiencia integral, simplemente, dejándose llevar por la curiosidad.
¿Han reservado un día en La Graciosa? Ante sus ojos se desplegará la maravillosa biodiversidad de una isla que jarea (seca) los pescados, tendiéndolos en unas liñas (cuerdas) al sol, que pesca de manera controlada legalmente en una Reserva Marina, que navega y que marisquea como forma de vida desde ya un siglo y medio. Si hay un lugar donde saborear el legendario caldo de pescado con su correspondiente pella(cuenco) de gofio escaldado o el tradicional guiso de tollo es la octava isla canaria.
¿Se encuentran de compras en Arrecife? Simplemente callejeen por el casco histórico, lleguen hasta el Charco de San Ginés, prueben los minibocatas de pescado rebozado y disfruten del ajetreo de la capital que por aquí todavía llamamos El Puerto. Y es que su historia está ligada a la actividad pesquera y conservera, que sigue en los alrededores de Marina Lanzarote, con su varadero de superyates.
¿Pasan un tranquilo día de playa en Puerto del Carmen? Una buena idea es visitar las cofradías de pescadores de La Tiñosa, siempre animadas por su excepcional situación, en la plaza del Varadero. No hay una, sino dos -la original y la moderna- con idéntica calidad y distintos ambientes, ambos dignos de disfrutarse.
Las joyas de El Jable
Las posibilidades de una isla, parafraseando al que fuera nuestro insigne vecino José Saramago, son infinitas. También en la gastronomía de una tierra excepcionalmente fértil, aunque la desolación volcánica pudiera indicar lo contrario.
Así, llegamos a la comarca de El Jable, un manto de arena orgánica que se abre paso en el extenso valle entre el Risco de Famara y los pueblos de Soo y Muñique. Este insólito paisaje con vida propia ofrece una auténtica exquisitez de secano: la batata, una especie de boniato tan sublime que se ha convertido en un símbolo de la cocina tradicional. Sin batata no se concibe el sancocho canario, el plato de Semana Santa por excelencia, que se suele comer el viernes. También de batata se hacen los dulces llamados truchas(empanadillas rellenas).
La cosecha de jable es inagotable: calabaza, papas crías (las trufas del desierto), cebolla, incluso sandía o melón. El sabor de estos productos no tiene parangón. Lo mejor para saborearlos en su ambiente es recorrer los pueblos de la comarca y sus teleclubes, que son el centro neurálgico de la vida social del interior de la Isla. Parece imposible, pero una trucha de batata o unas papas arrugadas con sus respectivos mojos saben aún mejor en la terraza de una plaza de la Villa de Teguise o en San Bartolomé y un potaje de lentejas de Lanzarote, de chícharos o de arvejas (guisantes) resulta, si cabe, más sabroso en cualquier teleclub, en compañía de los vecinos de la zona, que, en muchos casos, son también productores.
No renunciamos a la carne
Además de las bondades culinarias propias de la Pascua, en Lanzarote no se puede renunciar a probar su inmensa diversidad gastronómica. Los restaurantes de los Centros de Arte, Cultura y Turismo ofrecen exquisiteces alternativas, como la hamburguesa de cactus (con tunera, papa, cebolla y millo) para engañar la vista, y también carnes y platos autóctonos revisitados, como el cochino canario confitado con parmentier de plátano, o al estilo tradicional: la carne de cabra compuesta. Y todo ello acompañado con panes típicos, como el pan de millo (maíz). Estas recetas, en su mayor parte reinterpretadas por reconocidos chefs, forman parte ya de la nueva concepción de la isla como destino gastronómico de alto nivel. Si desean comprobar el grado de éxito de este objetivo, déjense seducir por las propuestas de alguno de los restaurantes más audaces de la isla.
Caldos magmáticos
Y, como no puede ser de otra forma, si de verdad quieren fundirse con la esencia gustativa de esta tierra volcánica, todos los manjares deben acompañarse con otro tesoro: los vinos autóctonos, reconocidos desde 1994 con la denominación de origen Lanzarote y desde con la variedad malvasía volcánica. Y es que la uva manda en el carácter mineral y magmático de los caldos que imprime el propio Paisaje protegido de La Geria. La vendimia de Lanzarote es la primera de todo el hemisferio norte y la variedad más madrugadora es el listán negro. Le seguirán la malvasía volcánica, la listán blanca, la negra mulata, la diego y el moscatel de Alejandría.
Cada una tiene su punto de maduración. Todas logran la excelencia a juicio del paladar entendido, pero todas, también, emocionan a quien, sin mayores pretensiones, solo desea festejar los sentidos que, en la cocina isleña es lo mismo que festejar la vida. ¡Salud!